sábado, 9 de abril de 2016

"Modesto y Pompón", Franquin en "Tintín"


Si decimos "Franquin", los aficionados al cómic pensarán inmediatamente en "Spirou", "Gastón" o, incluso, en "Dupuis", la editorial que confió en él en 1949 y con la que trabajó durante décadas. Si bien en España su obra ha aparecido de forma desperdigada y muy irregular, en los últimos años varias editoras han solventado la deuda que teníamos con este genial creador y, poco a poco, hemos visto cómo sus mejores y más famosas páginas eran publicadas también aquí. Ahora es Dolmen la que nos presenta la que podríamos calificar como su obra más desconocida para el lector, "Modesto y Pompón" y lo hace con un lujoso volumen integral en el que se agrupan todas las anécdotas protagonizadas por estos personajes dibujadas por Franquin y un completo dossier con su curiosísima historia en la que se mezcla la traición con la decepción y, posteriormente, el chantaje emocional de un editor que pecaba de paternalista. Suspense en la industria del cómic franco-belga de los 50.


 

En 1955 Franquin era la gran estrella de Dupuis. Su versión de Spirou era un éxito enorme y su trazo dinámico y limpio estaba influenciando sobremanera al resto de autores de la época. La relación con su jefe, Charles Dupuis, era de plena confianza pero cuando el dibujante se entera de que le han ocultado cifras de tiradas en varios de los álbumes y que, por lo tanto, le han hecho perder decenas de miles de francos en derechos de autor se siente traicionado y, lo que es peor, decepcionado. En ese contexto de desconcierto y dolor, el otro gran editor del mercado franco-belga, Lombard, aprovecha la situación y le ofrece publicar en la revista de la competencia, "Tintín". Franquin acepta realizar una página semanal, imposible comprometerse a más porque todavía no ha roto contrato con Dupuis y ya se encuentra saturado de trabajo.

El asunto Dupuis se soluciona pronto, el jefe llora al tiempo que le recuerda que ellos han hecho de Franquin un autor de éxito y que la confianza ha ido más allá de una relación laboral. El artista, poco dado a negarse a nada y con la sensación de tener una deuda vital con Monsieur Charles, claudica y, tras unas breves mejoras en su contrato, vuelve al redil del que, en realidad, nunca había escapado. El problema llega cuando se encuentra trabajando al mismo tiempo en las dos grandes editoriales del momento. Para Dupuis es un plato de mal gusto que tiene que comerse durante los cuatro años que dura el acuerdo y para Lombard es una pequeña venganza hacia su principal competidor. 


Para Franquin es una esclavitud. Hasta 1959 tiene que sumar a las páginas de Spirou, las portadas y las ilustraciones para la revista, la página adicional de Modesto y Pompón. Y para colmo, el autor no se siente cómodo con el formato de sketch en una sola plancha. Él es un genio en el desarrollo de historias pero le cuesta encontrar un gag que se solucione en ocho viñetas, por eso solicita la ayuda de guionistas como Goscinny o Greg. Modesto fue todo un entrenamiento para una obra posterior que le encumbraría aún más: Gastón. 
   Hoy Modesto y Pompón resultan unos personajes tiernos, epítome de los cincuenta, toda un catálogo de los coches de la década y de los muebles del nuevo estilo decorativo al que tan aficionado era el propio Franquin. Pero además es una oportunidad para comprobar la rápida evolución de su creador en el difícil arte de la página única. Muchos recordarán la publicación desordenada en la Bruguera de los 80 bajo el nombre de "Teo y Dorita" aunque no fue la primera vez que aparecían en revistas españolas. Por fin, más de 30 años después podemos disfrutar de una obra para nada menor de un genio del cómic europeo.

jueves, 3 de marzo de 2016

Casacas Azules


Lo confieso: a priori "Casacas Azules" no me interesaba. Me daba mucha pereza leer un cómic sobre soldados unionistas durante la Guerra de Secesión estadounidense. El género bélico no me llama la atención en absoluto y si además tenemos en cuenta que estas aventuras están realizadas desde Bélgica tenía la (falsa) impresión de que o bien sería una frivolidad hiriente o quizás un canto al ejército, como tantos otros tebeos que se rinden a la (para mí) extraña fascinación por la guerra. Y he de reconocer que me equivocaba de pleno. Durante años he visto sus portadas con personajes de nariz redonda y ni siquiera el dibujo me atraía. En multitud de ocasiones he pasado de largo estas páginas en la revista "Spirou" y ahora me doy cuenta de que todo eran prejuicios. Gracias a la (primorosa) edición integral que en España está publicando Dolmen Editorial he descubierto una serie más que añadir a mi monte Parnaso particular del cómic franco-belga.

El último tomo que ha aparecido en librerías es el correspondiente a los álbumes publicados originalmente entre 1977 y 1979: "En el lodazal", "El petimetre" y "Rumberley". Creada en 1968 por el guionista Raoul Cauvin (el más veterano de la revista "Spirou" y, sin duda, el más prolífico) y el dibujante Salvérius, comenzó de forma discreta, con historietas de una o dos páginas, simples sketches dentro de un contexto terrible, pero enseguida se pasó al formato de historias largas. La prematura muerte de su ilustrador en 1972 (y en mitad de una historia) en pleno éxito obligó a buscar un recambio rápidamente. El elegido fue Willy Lambil, que mantuvo el diseño original de los personajes pero supo enriquecer gradualmente el resto del dibujo llegando en ocasiones a la pura filigrana. La riqueza de sus fondos, la perfecta anatomía de los caballos y el ritmo imprimido a los movimientos hace que, a veces, la simpleza del sargento Chesterfield y el cabo Blutch rechinen un poco pero lo asumimos como un homenaje perpetuo a Salvérius.


"Casacas Azules" no es un cántico nostálgico a un tiempo pasado en el que los hombres eran aguerridos y patrióticos soldados. Todo lo contrario. Este cómic transcurre durante un período triste para la historia de EE.UU. y sotto voce critica a los ejércitos y a los superiores que comandan las batallas al tiempo que nos reímos con las personalidades contrapuestas de sus protagonistas. El Sargento es un romántico empedernido y un patriota bastante ceporro. El Cabo es un hombre eminentemente práctico, cobarde y muy sarcástico. El primero se ha tomado como una misión personal "reconvertir" a su compañero y el segundo intenta ofrecerle un poco de sentido común a su jefe. Ambos fracasan continuamente en sus respectivos objetivos. 
   En estos tres álbumes de la correspondiente entrega de la edición integral de Dolmen, Cauvin muestra momentos de brillantez y Lambil ha tomado ya el mando en su campo, consiguiendo unas páginas perfectamente narradas, con una estética semirrealista y una expresividad divertidísima. 

   Cauvin y Lambil siguen trabajando y superan ya la cincuentena de aventuras así que aún tenemos mucho para disfrutar todavía.

domingo, 3 de enero de 2016

La máscara, la aventura hitchcockiana de Spirou



Los lectores que el 20 de mayo de 1954 compraron, como solían hacer cada semana, la revista "Spirou" no sospechaban que la nueva aventura de su héroe iba a marcar una época. Durante 29 números (del 840 al 869) pudieron comprobar que, a pesar de sus continuas quejas y autocrítica, Franquin estaba en pleno esplendor gráfico y literario. Éste fue uno de los últimos relatos del personaje que realizaría totalmente en solitario y nos deja una serie de escenas absolutamente insuperables en cuanto a estética, planificación y sentido del ritmo. Hoy podemos disfrutar de estas páginas como nunca antes lo habíamos hecho gracias a la edición especial de Dibbuks con los comentarios del especilista en cómic franco-belga Hugues Dayez y con cada plancha dividida en dos páginas, lo que permite recrearse en el extraordinario dibujo del maestro Franquin.

 

Se trata, además, de una aventura totalmente distinta a las habituales en las vicisitudes del botones aventurero y su amigo Fantasio, el periodista alérgico a la redacción. El autor se recrea en escenas que tenían que ver con sus aficiones del momento por el puro placer de representarlas en viñetas y crear situaciones ridículas (pero muy reales) con ellas. Decía años después que en aquella época había descubierto el jokari, una especie del squash para solitarios como él. Años antes de dibujar esta historia, con 22 ó 23, había sido un devoto del tenis y aseguraba tener un cierto talento para este deporte. También el ciclismo aparece en "La máscara" con un trasunto del Tour de Francia que desencadena escenas de una velocidad vertiginosa, la tinta parece escapar de la viñeta.
   Pero por lo que será recordada esta historia realmente es por su trama policíaca, al estilo de las películas de Hitchcock que tanto éxito estaban teniendo en el cine. Cuando fue recopilada en formato álbum, en 1956, ya estaba en antena en medio mundo la serie "Alfred Hitchcock presenta..." así que parecía el instante perfecto para releer esta historia con calma. 
   La magnífica puesta a punto que nos presenta ahora esta editorial, que desde hace unos meses tiene la exclusiva para publicar Spirou en España, merece una lectura disfrutona, de esas en sillón de orejas y con buena luz. Un excelente regalo para estos Reyes.

viernes, 18 de diciembre de 2015

Poussy llega en Nochebuena


El próximo día 24 llega a las librerías (esperemos que las distribuidoras no se retrasen debido a la festividad) una de las joyas del cómic franco-belga que era casi inédita en nuestro país, Poussy. Este gato travieso pero sin maldad fue una de las primeras series del genio Peyo, el autor de los Pitufos, y también una de las que mantuvo de forma intermitente casi hasta el final de su carrera como autor. La producción televisiva de su serie sobre los duendecillos azules impidió que pudiera seguir escribiendo y dibujando los últimos años de su vida y su prematura muerte nos deja con la duda de si hubiera recuperado esta faceta más artística tras el final de su etapa televisiva.


Poussy comenzó a publicarse en enero de 1949 en el diario belga "Le Soir", el mismo en el que había comenzado su carrera con Johan (al que después acompañaría Pirluit y más tarde los mismísimos Pitufos). No olvidemos que este periódico albergó a Tintín en formato tira diaria durante la ocupación nazi, dato que después muchos recordaron para echárselo en cara a Hergé que parece ser que no tenía derecho a seguir trabajando durante ese período aunque fuera en un diario germanófilo... como todos los que sobrevivieron en esa época por otra parte...
   Peyo consiguió compatibilizar sus dos series durante un tiempo, el gatito cabroncete ocupaba cuatro tiras en formato apaisado. Cuando consiguió convencer a Dupuis para publicar su Johan en Spirou, Poussy dejó de publicarse durante tres años hasta que en 1955 regresó a "Le Soir" pero no a sus páginas sino a las del suplemento infantil donde ocuparía la mitad de una página. Diez años más tarde recalaría en la revista del botones aventurero donde se reutilizarían gags ya publicados pero esta vez coloreados. En los setenta también aparecería en otra revista de Dupuis, "Bonnes Soirées". En estos últimos años Peyo sería ayudado para las nuevas aventuras por un trabajador de su estudio, Lucien de Gieter aunque el creador no dejaría de supervisar, crear guiones y realizar bocetos. 
   Poussy es un ejemplo más de la limpieza de Pierre Culliford (nombre real del autor) en la ejecución de sus páginas y su talento innato para la narración, envidiado por el mismísimo Franquin. Sus travesuras resultan hoy entrañables por su ingenuidad pero siguen siendo igual de eficaces que entonces. A partir de ahora podremos disfrutarlas en su integridad gracias al volumen que lanzará la próxima semana Dolmen. Excelente regalo navideño.

miércoles, 14 de octubre de 2015

Benito Sansón de Peyo


Si decimos Peyo la gran mayoría asociará este nombre a los Pitufos, su creación más exitosa. Esa serie que nació como un "spin off" (usando terminología televisiva) de "Johan y Pirluit" terminó fagocitando la obra del belga. La adaptación de Hanna-Barbera triunfó en audiencias en todo el mundo pero eso no impidió que Peyo quisiera seguir controlando a sus personajes. Decisión valiente teniendo en cuenta que tendría que discutir con una poderosa corporación internacional... y eso finalmente le costó la salud. Durante décadas sólo los Pitufos eran reeditados continuamente e incluso habían sido "tomados" por otros autores (incluido su hijo) que han asegurado su continuidad pero en los últimos años se ha vivido una revalorización de "las otras series" de este genio del cómic. En España Dolmen Editorial nos ha regalado los volúmenes integrales de "Johan y Pirluit" y ahora lanzan "Benito Sansón". 


En nuestro país este personaje había tenido una efímera y errática vida a través de la revista "Strong", los álbumes de Argos Juvenil y los de Casals en castellano, catalán (Benet Tallaferro) y gallego (Bieito Fendeferro). Curiosamente, para la edición en castellano usaron el nombre de Valentín Acero, quizás por problemas con los derechos de las anteriores ediciones. Olvidáos de estas publicaciones, tenían un color indescriptible y una rotulación horrible, nada que ver con la flamante edición de Dolmen, que refuerza el entintado original de Peyo y la rotulación siempre eficaz de Fernando Fuentes, que suele respetar la fuente original, en este caso la  de "Spirou", la revista donde apareció por primera vez en 1961 Benito (o Valentín, para los nostálgicos).

 

En realidad Benito no había sido creado para la popularísima "Spirou" donde Peyo trabajaba junto a sus amigos Franquin, Roba y Morris, un cuarteto mágico del cómic franco-belga y no olvidemos al redactor jefe Yvan Delporte que supo sacar lo mejor de estos autores-estrella y de otros que estaban comenzando y eran ya la generación que tomaría el relevo años más tarde. Este chavalín estaba destinado al periódico "Le Soir" donde Peyo publicaba desde los cuarenta gags del gato "Poussy" que había sido "robado" por Dupuis a principios de la década de los 60. El dibujante se sentía un poco traidor hacia el diario y por eso decidió crear una serie para sustituir a su minimo pero cuando el señor Dupuis vio los bocetos de Sansón decidió quedárselo también. Por cierto, finalmente Peyo desarrolló "Jacky et Célestin" para "Le Soir" aunque sólo se encargó de los guiones.


Benito Sansón es un niño que posee una fuerza descomunal. Es capaz, además, de dar enormes saltos y correr a gran velocidad pero tiene un punto débil: los resfriados le convierten en un niño normal... y estos siempre llegan en el peor momento. Los lectores sabían que en cada aventura Benito se constiparía justo cuando necesitaba ayudar a alguien pero eso no hacía sus historias menos interesantes, todo lo contrario, sabíamos que este incoveniente las haría mucho más emocionantes. Sus mocos eran tan esperados como los cameos de Hitchcock en sus propias películas.
   Esta es una obra colaborativa desde el principio. Peyo no se consideraba cómodo en el entorno urbano así que le pidió a Will (Tif et Tondu) que le ayudara tal y como había hecho con Franquin en Spirou. Pero hay más: El mismísimo Franquin había realizado los bocetos iniciales del personaje y más adelante Roba y Walthéry también ayudarían. Este último se encargó de la serie más adelante antes de crear a su famosa azafata de vuelo Natacha (de la que hablamos hace poco y que también está siendo editada aquí por Dolmen).
   El primer integral de esta colección incluye sus dos primeras aventuras "Los taxis rojos" (1961) y "La señora Adolfina" (1963) y vienen acompañadas de unos interesantísimas extras que nos ayudarán a contextualizar la serie.

martes, 29 de septiembre de 2015

Natacha de Walthéry. Tercer número del Integral de Dolmen.


La primera heroína del cómic franco-belga. Así de directo y de simple. Natacha tiene el honor de ser la primera mujer de la industria más potente del cómic europeo que no es la simple comparsa del macho alfa, de hecho ella misma tiene su propio compañero secundón en sus aventuras, Walter. Ella azafata, él asistente de vuelo, siempre envueltos en tramas complicadas pero hilvanadas perfectamente por los guiones de Mittéï y Borgers en el tercer volumen de la edición integral de Dolmen. Los personajes de F. Walthéry se mueven con soltura por los decorados de Jidéhem, un creador de primera (triunfó en solitario con las aventuras de Sophie, un trasunto de su propia hija) y un excelente dibujante técnico, perfecto para las dos aventuras que ilustra en este volumen "Instantáneas para Caltech" y "Las máquinas inseguras", dos álbumes que en realidad conforman una historia publicados en 1979 y 1980 respectivamente y que fueron pioneros en el tratamiento tecnológico en la popular revista "Spirou", esa que según Neal Adams, fan confeso del personaje, aseguraba que debería llamarse "La revista de Natacha", tal era su admiración por esta fémina extrañamente sensual y desinhibida para el cómic infantil-juvenil de finales de los setenta.

Walthéry es, sin duda, uno de los discípulos avanzados de Peyo, con el que trabajó durante años como ayudante para sus Pitufos y que sería elegido por el maestro para continuar las historias de Benito Sansón, también publicado por Dolmen, por cierto, que además ha completado los integrales de Johan y Pirluit con los relatos ilustrados por los sucesores de Peyo. De él, Walthéry aprendió el arte de la narrativa y eso no es poco decir. El maestro Franquin, gran amigo de Peyo, admiraba precisamente su capacidad para colocar a sus personajes en las viñetas de tal manera que con solo un vistazo a la página el lector pudiera averiguar qué estaba pasando. Su discípulo tiene un dibujo más abigarrado, quizás más sucio, pero también mucho más vivo, a veces parece que estemos viendo bocetos directamente realizados con tinta y eso, en las escenas de acción, es una ventaja puesto que el movimiento que se genera traspasa el papel. 
   Entre las historias que incluye este Integral destacamos "Natacha y la guerra de los monigotes" (1978) en la que el dibujante y el guionista Mittéï se divierten secuestrando a la plana mayor de "Spirou" (editor incluido). Todos los autores de las grandes series de la publicación en aquella época aparecen caricaturizados (y esclavizados) en un ejercicio autoparódico que será un gustazo para los lectores más avezados de la historieta franco-belga. Y no es éste el único regalo del volumen, entre los extras se incluye una entrevista al creador de Natacha en la que queda muy claro su carácter disperso y experimental, razón por la cual nunca se centró del todo en la azafata. 
   En definitiva, una nueva oportunidad para descubrir (o volver a disfrutar) un personaje que se había editado poco y mal en nuestro país previamente y que ahora reaparece en todo su esplendor.

lunes, 21 de septiembre de 2015

"La abuela del cielo" de Anna Lavatelli ilustrado por David Pintor


EL PATITO EDITORIAL PUBLICA POR PRIMERA VEZ EN ESPAÑA “LA ABUELA DEL CIELO”
El premiado libro de la italiana Anna Lavatelli ilustrado por el gallego David Pintor aparece simultáneamente en castellano y gallego en una primorosa edición alabada por la propia escritora. Este cuento para niños trata con gran sensibilidad la muerte de una abuela. En su día fue seleccionado por la prestigiosa lista White Ravens con la que la International Youth Library de Munich reconoce los volúmenes más importantes del año. 


Anna Lavatelli, piamontesa del 53, es una de las autoras de literatura infantil más reconocidas en Europa, su labor ha sido premiada con el Premio Andersen en su edición italiana nada menos que en dos ocasiones, 1988 y 2005. Este libro, “La abuela del cielo”, generó hace siete años muchos comentarios de padres que, a través del boca-oreja, se enteraron de que por fin un libro pensado para niños trataba de forma natural la reacción de una niña ante la muerte de su abuela: “Muchos me han alabado por mi valor, subrayando lo difícil que resulta tratar un tema tan difícil como la muerte y me han agradecido por haberlo hecho con suavidad y poesía. Pero no ha sido nada difícil para mí, la hija de un amigo me inspiró y me había enseñado, con sus palabras sencillas, cómo encontrar la forma de contar este cuento” nos confiesa desde Italia Anna. Esa niña a la que se refiere fue la clave para este libro, sin él no existiría y todo surgió de forma casual: “Un amigo me sugirió la idea central, aunque sin darse cuenta. Me fui a su casa para darle mi pésame, recién había fallecido su mamá. Y él me contó que, después del entierro, su hija menor, de tres años, le preguntó por qué la abuela no bajaba a comer a la hora de la cena, se quedó un momento pensativo, inquieto y al final se le ocurrió decir lo más común y corriente, o sea que ella se había ido al cielo. Para su sorpresa, la niña se acercó a la ventana, miró hacia afuera y dijo: 'la veo, allí está' y se quedó tranquila. Esto me llenó el corazón de ternura y me llevó a ir mas adelante con la imaginación”. La editora gallega Gemma Sesar se enamoró de este libro cuando lo descubrió recientemente a través del propio ilustrador David Pintor, colaborador habitual de El Patito Editorial: Cuando leí el libro en italiano me encantó la historia. Me pareció que reflejaba muy bien esa unión que existe entre los abuelos y los nietos. Es un libro que trata el tema de la muerte pero de una manera tan sencilla y dulce que uno ni se da cuenta de que cada una de las protagonistas está en un plano diferente. Es una historia divertida, alegre y colorista, y tanto la nieta como la abuela están magníficamente dibujados por David que ha sabido plasmar a la perfección el cuento que nos ofrece Anna. A mí, como editora y compradora de libros para mis hijos, en general no me gustan los cuentos que están cargados de moraleja o "ayuda para", pero sí me gustan los que hablan, como este, de un tema delicado, como es la muerte, con naturalidad, con la misma naturalidad con la que los niños se enfrentan a todo en la vida. Eso es lo que valoro muchísimo de este libro”. Anna resta importancia a su trabajo: “Una vez que tuve la idea, no fue tan difícil imaginar lo que podía recordar una niña, imaginando que su abuela siguiese viviendo en el cielo. Me puse en su lugar y pensé en los momentos más gratos, en los pequeños secretos, las inocentes travesuras que siempre compartimos con nuestros abuelos. La idea del perro vino de mi infancia, estaba convencida de que las mascotas se reunirían con sus dueños en el cielo, siempre me pareció algo justo y natural y sigo pensándolo todavía”.

El otro gran protagonista del libro es el dibujo de David Pintor, para él este volumen supuso su primera colaboración con Italia, un país en el que ha trabajado desde entonces en varias ocasiones: “El encargo surgió a raíz de mi primera selección para la muestra de ilustradores de la Feria del libro infantil de Bolonia. Este reconocimiento me sirvió para animarme a ir a la ciudad italiana, y comenzar a dar a conocer mi trabajo fuera de España. La Feria de Bolonia es la más importante del sector del libro infantil, y salir en el catálogo oficial supone estar en la mesa de directores de Arte de todo el mundo. Fue por esto que me llamaron para proponerme este trabajo”. David fue el primer sorprendido con el tema del cuento: “He de admitir que tuve ciertas reticencias a la hora de afrontar ese encargo. Reconozco que, por mi estilo, me adapto a temas, en principio, más ligeros y luminosos, pero me lo tomé como un reto”. Pintor siguió fiel a su estilo pese a lo delicado del asunto y su arte colorista y brillante ayudó a aportar naturalidad y alegría al texto.
¿Y quién es la abuela del libro? “'Mi' abuela representa a todos nuestros seres queridos, los que se han ido para siempre. Ellos viven en nuestros recuerdos y mientras los sigamos recordando permanecerán a nuestro lado. El cariño nunca muere” asegura Anna. David tampoco se inspiró en alguien real: “En cada libro hago mi propio ‘casting de actores’, con la salvedad que yo tengo la posibilidad de inventarme cada personaje según mis necesidades. Tengo al actor que quiero, y como quiero. Supongo que el sueño de cualquier director de cine.”
   “La abuela del cielo” ya se puede encontrar en librerías de toda España en edición apaisada y tapa dura, con un especial cuidado en la impresión de los magníficos dibujos de David Pintor y con una caligrafía que facilita la lectura a los más pequeños.